8 ene 2014

A burial among the Birom

Antes de redactar la última entrada de la serie "Vive deprisa, muere joven... y dejarán tu bonito cadáver en una cueva" (partes 1 y 2 aquí y aquí) y sin abandonar aún a nuestra "amiga" la viruela, me gustaría hacer un pequeño alto para comentar un asunto que creo relevante.

Cuando empezaba con mi trabajo de final de Máster, al tiempo que encontraba los textos que demostraban que esa enfermedad, en determinadas circunstancias, puede matar únicamente por debajo de cierta edad, hice otro interesante "descubrimiento": cómo un pueblo africano enterraba de una forma "especial" a las víctimas de la viruela. El pueblo eran los Birom (o Berom) de Nigeria y la peculiaridad de esos enterramientos es que, en realidad y frente a los que eran sus comportamientos funerarios típicos (enterrar a sus muertos en fosas, no lejos de sus poblados y después de un complejo ritual), no eran tales: metían los cadáveres en cuevas profundas y allí los dejaban, bien lejos.

Imagen de un miembro del pueblo Birom (sacada de aquí)

Anybody who dies of smallpox is sewn into a mat and put into a cave by people who have already had smallpox and survived. A deep cave is selected so that dogs and wild animals will have difficulty in reaching the corpse” (Sasoon, 1964: nota 7)

"Quien muere de viruela es cosido en una estera y metido en una cueva por personas que ya hayan tenido la enfermedad y hayan sobrevivido. Se elige una cueva profunda para que los perros y los animales salvajes tengan dificultades en acceder al cadáver"

"On the evening of the burial, it is thought that the dead man´s soul may be wandering in the dark, and at dusk small fires are lit at path junctions, especially where a path leads off from a main path into a compound. The fuel for these fires is the bran from the cereal Digitaria exilis, and the Compositae, known in Birom as rivang. If the person has died of smallpox, a stick of E. poissoni is also burnt" (Sasoon, 1964: 10)

"En la tarde del entierro, se cree que el alma del muerto podría estar vagando en la oscuridad, y se encienden pequeñas hogueras en los cruces de caminos al atardecer, especialmente donde un sendero que conduce a un poblado se separa del camino principal. El combustible para esos fuegos es el salvado del cereal Digitaria exilis, y la Compositae, llamada rivang en Birom. Si la persona ha muerto de viruela, también se quema una rama de E. poissoni" 

Evidentemente, esto no quiere decir que, como un pueblo africano lo hacía en los años 50-60 del siglo XX, los cántabros de los siglos VII-VIII d. de C. enterrasen a algunos de sus muertos en cuevas por los mismos motivos (por haber muerto de viruela). Pero sí que ofrece una valiosa información sobre los porqués de ciertas exclusiones funerarias y constituye un interesante paralelo acerca del uso de cuevas como lugar de depósito de cadáveres en el seno de sociedades que no las utilizan habitualmente con esa función. Y, por todo ello, permite apuntalar aún más la hipótesis (que, de momento, sólo es eso: una hipótesis) del uso de las cuevas en los inicios de la Edad Media para "deshacerse" de los fallecidos por determinadas enfermedades contagiosas.

El segundo párrafo aporta poca información, más allá de abundar en la consideración "especial" de los muertos de viruela (pues para protegerse de sus espíritus se quema una planta más que para hacerlo de los que murieron de cualquier otra cosa). Sin embargo, sí que permite apreciar otra similitud (sin duda casual, pero también curiosa) con nuestros muertos de las cuevas: la quema, entre otras cosas, de cereal (salvado entre los Birom, grano en la Cantabria de los siglos VII-VIII d. de C.) en los fuegos destinados a apaciguar a los muertos. En otra curiosa casualidad, resulta que la Digitaria exilis es un cereal de grano muy, muy pequeño y por ello se le conoce como "mijo fonio".

"Mijo fonio" (imagen sacada de aquí)

Y hasta aquí la "conexión nigeriana" de las cuevas sepulcrales cántabras con uso en época visigoda. Sólo resta decir que la información manejada está sacada del siguiente artículo, que también da título a la entrada:

SASOON, H. (1964): "A burial among the Birom", Man 64, (Jan. - Feb., 1964), London, pp. 8-11

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