20 feb 2013

365 días



Hoy se cumple un año desde que publicamos la primera entrada del blog y es el momento de hacer balance.

Con ésta son 114 las entradas que hemos conseguido terminar, un "ritmo infernal" de casi 10 entradas al mes. Teniendo en cuenta que, en la mayor parte de los casos, se trata de trabajos originales, habréis de reconocer que no está nada mal. Desde un primer momento era esa nuestra intención: contar cosas nuevas (o casi), compartir el avance de nuestras investigaciones y no ser un mero transmisor de noticias de actualidad.

En este año hemos tenido tiempo de dar una de las noticias arqueológicas del año en Cantabria, de publicar un libro, de volver a explorar Portillo del Arenal y Riocueva, de irnos de vacaciones, de que nos inviten a un congreso en Francia, de dar una conferencia como regalo de Reyes e incluso de ayudar a los vecinos. Hay quien ha encontrado un hueco hasta para tener una hija...

El número de visitantes que se han interesado por nuestro blog ha sido mucho mayor del que esperábamos en un principio. Ya hemos traspasado el umbral de las 21.000 páginas vistas por más de 4.200 visitantes individuales. Si pudiésemos, se lo agradeceríamos personalmente a cada uno, pero va a ser difícil, de modo que os tendréis que confirmar con esto: gracias a todos. Al menos una buena parte de los visitantes podrá recibir el reconocimiento, porque sabemos que sois fieles y que un 70% repite.

Muchos os habéis mostrado participativos, cosa que es de agradecer, realizando interesantes comentarios a los que hemos intentado responder. Si se nos ha quedado algo pendiente, pedimos disculpas. Especialmente comentadas han sido cuestiones como la "limpieza de sangre" de asturianos y montañeses, la entrada dedicada al texto de Gregorio de Tours que da nombre al blog y al proyecto, o las imágenes de la excavación de la cueva de Riocueva en 2011 (por cierto, gracias también a los colaboradores del proyecto).

Y como es una convención social ampliamente aceptada que al soplar las velas se pida un deseo, allá va el nuestro: volver a excavar en la cueva de Riocueva en 2013.



17 feb 2013

... in speluncis cum omni domo sua latitabant

A comienzos del siglo XII, para los habitantes de Galicia y de la Cornisa Cantábrica, el terror surgía del mar. Y no lo hacía, como estáis imaginando, en barcos con cabezas de dragón en la proa, llegados de las frías aguas del norte y atestados de tipos barbudos, altos y rubios, ávidos de pillaje. La muerte (o la esclavitud) venía navegando desde el sur y el oeste, desde las costas de las actuales Andalucía y Portugal, en las naves de los "piratas" musulmanes que asolaban a su antojo esta parte de la península Ibérica. Cuenta la Historia Compostelana que


Lo que, muy resumido y en castellano viene a ser que los "moros" de la costa situada entre Sevilla y Coimbra (que ya es costa, por cierto), al llegar el buen tiempo, montaban en sus naves, se hacían a la mar y lanzaban terribles incursiones de saqueo contra el litoral de los reinos cristianos del norte; concretamente, el situado entre la propia Coimbra y los Pirineos (el relato, escrito en Galicia, describe con cierta minuciosidad las comarcas más cercanas, mientras que despacha las más occidentales mencionando únicamente "otros territorios costeros de Asturias y la tierra de Santillana"). En el transcurso de esas razias por mar, los sarracenos asolaban las tierras, destruían iglesias, poblados y palacios y mataban o capturaban y esclavizaban a todo el que encontraban, fueran hombres, mujeres, adolescentes o niños. Y lo más interesante de todo: que para evitar correr esa pésima suerte, los campesinos que habitaban esas costas las abandonaban entre mediada la primavera y la mitad del otoño (la estación propicia para la navegación) o (y aquí viene lo mejor) "se ocultaban en cuevas con sus familias y pertenencias". Las cuevas naturales son escasas en Galicia, por motivos geológicos, pero muy abundantes en Asturias, Cantabria y el País Vasco, por lo que la segunda opción podría referirse a esos tres últimos territorios más que al primero.

 La Península a finales del siglo XII (Fuente: Wikipedia )

Hasta donde yo conozco, es una de las pocas fuentes documentales  (si no la única) que mencionan el uso de las cuevas del norte de la península como lugares de refugio temporal. Es más que probable que el relato de la crónica sea muy exagerado y que la situación que pinta no fuese tan desesperada. Pero también parece razonable pensar que sin duda existió un fondo de verdad (los piratas sarracenos y sus incursiones fueron reales, tanto que incluso los participantes en la II Cruzada colaboraron en la toma de una de sus principales bases, Lisboa, cuando iban camino de Tierra Santa en el año 1147) y que el asunto de las cuevas bien pudo suceder. Por tanto, ¿podrían estos ataques marítimos andalusíes ser la causa última de la presencia en algunas cuevas de Cantabria de materiales de cronología pleno-medieval? ¿Se habrían usado entonces algunas cuevas para que algunos de los habitantes medievales de nuestras costas se ocultasen de los piratas sarracenos?

Imagen sacada de este libro de David Nicolle y Angus McBride, de la editorial Osprey
 
Quizá conocer este testimonio escrito (que no suele ser muy utilizado, por cierto) pueda ayudar a entender mejor algunos de los contextos medievales en cueva de la Cornisa Cantábrica, concretamente los que pueden ponerse en relación con un uso habitacional de las cavidades en momentos de la plena Edad Media: yacimientos en los vestíbulos de cuevas de cierto tamaño, con abundantes fragmentos cerámicos (o vasijas completas), vestigios de hogares, restos de fauna, etc. De momento nos queda muy lejos meternos con las ocupaciones rupestres posteriores al siglo X pero, si lo hacemos algún día, lo tendremos muy en cuenta.


13 feb 2013

Ayudando a los vecinos: Arlanpe

Hace ya unos cuantos años nuestro colega, y sin embargo amigo, Joseba Rios nos hizo llegar unas fotos de un par de fragmentos de cerámica, cubiertos por una gruesa capa de concreción caliza, que había encontrado en la cueva de Arlanpe (Lemona, Vizcaya). Estaba excavando en esa cueva unos interesantes niveles paleolíticos y esa cerámica, que a él le parecía romana, no cuadraba con el resto del yacimiento. Y efectivamente, era romana... Sólo con ver la foto la identificación era sencilla, a pesar de estar "enmascarada": un cuenco de terra sigillata hispánica de la forma 37 tardía con decoración de grandes círculos que se podía fechar en torno a los siglos IV-V d. de C.

Cerámica romana de Arlanpe antes (izq.) y después (dcha.) de su limpieza
Lo que en principio era una simple consulta, se convirtió en una colaboración formal, y José Ángel y yo  acabamos incorporándonos al equipo de investigación del proyecto. Para animar más la cosa, el equipo recibió la beca de la Fundación Jose Miguel de Barandiaran en 2010. Lo cierto es que nos interesaba mucho conocer de primera mano cómo y por qué se usaron las cuevas en el País Vasco durante la época bajoimperial romana. Teníamos la esperanza de que el registro arqueológico de nuestros vecinos nos ayudase a entender mejor los yacimientos en cueva de Cantabria de época visigoda y medieval, pero de momento no hemos encontrado ninguna conexión significativa.

El caso es que nos liamos la manta a la cabeza y acabamos estudiando todos los materiales de época romana recuperados en la cueva: cerámica, vidrio, objetos metálicos, etc. recuperados durante las campañas de excavación realizadas hasta la fecha. Incluso nos atrevimos a visitar la cueva, y digo "incluso" porque hay que subir, trepar, engancharse para pasar una cornisa... vamos, que no es fácil.

La cueva en cuestión
Olla de cerámica común
Fragmentos de vidrio decorados
Cuchillo de hierro
Cuchillo de hierro (el mismo de la foto anterior) y punzón
Herrajes de bronce de una posible caja de madera
La mayor parte de los materiales de época romana habían sido depositados en dos pequeñas fosas excavadas en el suelo de la cueva y vueltas a rellenar una vez que cumplieron su función. En un principio pensamos que algunos restos humanos dispersos aparecidos en la cueva podrían tener que ver con el episodio de uso en época romana, pero su datación por 14C determinó que correspondían a sepulturas de la Edad del Bronce. No fue, por lo tanto, una cueva sepulcral de época romana. Es probable, sin embargo, que esos restos humanos participasen en las actividades llevadas a cabo por quienes cavaron las fosas. Según nuestra interpretación del yacimiento, se trataría de "fosas de ofrendas" relacionadas con algún tipo de ritual mágico-religioso de origen pagano. En ese ritual se depositaron recipientes de cerámica, de vidrio y una cajita de madera con herrajes metálicos, y se desarrollaron actividades de más compleja interpretación: se descuartizaron animales o piezas de carne, como atestigua la presencia de un cuchillo carnicero y huesos con marcas de corte, y quizá se escribió alguna cosa con el punzón de hierro hallado. Incluso los restos humanos prehistórico pudieron tener algún significado en el asunto. ¿Por qué todo esto se hizo en una cueva?  Puede haber múltiples razones. Por un lado, el ritual podría estar relacionado con divinidades ctónicas, más fáciles de "contactar" en el medio subterráneo. Por otra parte, si para el desarrollo del ritual eran necesarios huesos humanos, una cueva era un sitio muy apropiado para encontrarlos. Además, en un momento en el que la pujanza del cristianismo era cada vez mayor, es comprensible que se buscase un lugar tan escondido para realizar este tipo de actividades. Sabemos que muchas de las ideas que manejamos pueden ser consideradas más como conjeturas que como auténticas hipótesis, pero son lo suficientemente sugerentes como para exponerlas y compartirlas.

Fruto de esta colaboración "vecinal", hemos publicado un artículo sobre el uso de la cueva de Arlanpe en época tardorromana en Archivo Español de Arqueología en el que recogemos con más detalle descripciones e interpretaciones. A finales de año estará disponible, además, la monografía que recogerá los resultados de las investigaciones patrocinadas por la Fundación José Miguel de Barandiarán.

5 feb 2013

El broche de cinturón de la Galería Inferior de La Garma

En la tercera entrada de la serie sobre broches damasquinados de época visigoda dije que el ejemplar de la Galería Inferior de La Garma tendría una entrada monográfica, así que, aprovechando que por fin (año y medio después) se ha publicado el libro en el que se incluye el artículo sobre la pieza en el que Enrique y yo hemos colaborado (con Pablo Arias, Roberto Ontañón y Eva Pereda), aquí está.

El yacimiento arqueológico paleolítico de La Garma es de sobra conocido, así que no me detendré a contar nada sobre él, igual que con los de la Prehistoria Reciente. En cuanto a los restos de época visigoda de la Galería Inferior (y, en menor medida, de la Galería Intermedia), existe una curiosa explicación recogida en este mismo blog y que es muy recomendable ver (pincha aquí si aún no la conoces, inquieto lector, y disfruta de un viaje hasta las entrañas de la tierra trasmerana en "la Nave del Misterio"). Otra, más prosaica y quizá algo menos interesante, puede consultarse en este artículo publicado en Munibe hace un poco más de un año.

Resumiendo mucho (y bebiendo de la segunda fuente citada en el párrafo anterior), en la Galería Inferior de La Garma, a la que se accede tras descender dos simas lo suficientemente profundas como para matarte varias veces si te caes por ellas, se conservan los restos de 5 jóvenes de época visigoda cuyos cadáveres fueron depositados sobre el suelo de la cueva (después de bajarlos por las simas, claro está).

Simas de acceso a la Galería Inferior (izqda.) y a la Galería Intermedia (dcha.) de La Garma

Tanto la localización de los cuerpos, con 3 muy cerca del fondo de la sima y 2 en una sala situada más al interior, como las fechas de Carbono 14 que han proporcionado (las de los de más adentro algo más antiguas que las de dos de los otros 3) permiten hablar de, al menos, dos momentos de depósito de cadáveres separados entre sí por varias décadas: uno del siglo VII y otro de comienzos del VIII. Los dos situados al pie de la sima (el tercero de esa zona está algo más apartado, en un recoveco) fueron colocados juntos en un hueco pegado a la pared, probablemente en la posición que se ve en la siguiente ilustración (sin orden ni disposición habitual y recordando mucho a cómo se "echan" los muertos en las fosas comunes), aunque es difícil de asegurar porque, como también se observa en la ilustración, los huesos de los dos estaban hechos migas.



Localización del broche en la Galería Inferior y reconstrucción ideal de la posición de los dos cadáveres (según Etxeberria y Herrasti, inédito)
 
 Asociado a alguno de estos dos cadáveres se localizaba un broche de cinturón de hierro, completamente cubierto de óxido. La pieza, pese a su aparente mal estado de conservación, parecía estar completa, conservando hebilla, hebijón y placa. Esta última tenía aspecto de pertenecer al más que extenso (y variopinto) grupo de las "liriformes", omnipresente y casi exclusivo en la península Ibérica y el sudoeste francés entre mediados del siglo VII y el VIII e indiscutiblemente unido al mundo hispanovisigodo (incluyendo en ese término la poco hispana provincia de Septimania).


Detalle del broche en el lugar de su hallazgo, antes de la restauración

Todo (forma, contexto, cronología y algunos óxidos cúpricos que asomaban entre la roña ferruginosa) parecía indicar que nos encontrábamos ante una pieza con decoración damasquinada, del mismo tipo que la de Las Penas (de la que también habrá monográfico aquí próximamente) o la de Los Goros, pues, ¿quién iba a querer llevar puesto un broche de cinturón de hierro, sin decorar y que se oxide a las primeras de cambio? El paciente y esmerado trabajo de restauración llevado a cabo en el MUPAC por Eva Pereda, la restauradora de la casa, confirmó todas las sospechas y dejó bien claro que estábamos ante una verdadera joya de la toréutica altomedieval peninsular. Bajo el óxido de hierro que envolvía la pieza se escondía una esmerada decoración a base de latón dorado y plata, ambos en forma de chapas aplicadas sobre la superficie del hierro e hilos embutidos en éste.

Anverso, perfil y reverso del broche (Fotografía: L. Teira, publicada en Arias et alii, 2012)

Esa decoración puede resumirse de la siguiente manera:

- un motivo principal, formado por una cruz griega flanqueada por dos dírculos radiados que ocupa todo el cuerpo central de la placa y el extremo distal ultrasemicircular, adaptándose perfectamente a éste uno de los círculos

- otros pequeños motivos cuadrados, con 4 chevrones dobles afrontados que confluyen, desde los 4 lados, en un punto situado en el centro y que se localizan de la siguiente manera: uno en la base del hebijón, uno en cada uno de los cuadrantes que hay a los lados de la cruz central y otro en el apéndice del extremo distal

- la decoración a base de finas líneas paralelas que cubre tanto los dos apéndices de sujeción del pasador, en el extremo proximal de la placa, como la hebilla.


Vista frontal del broche, con detalle del hebijón y la hebilla

En cuanto al motivo principal, desde un principió parecía evidente que nos encontrábamos ante un ejemplo de decoración de tema cristiano, con una cruz situada en un lugar central. La presencia de cruces decorando placas de cinturón de época visigoda no es rara y, además, contábamos con el ejemplo cercano, una vez más, del broche damasquinado de Las Penas. Sin embargo, en este caso la composición era muy particular, con los dos grandes círculos radiados flanqueando a la cruz, y remitía como paralelo relativamente próximo a la decoración escultórica de algunas iglesias de época visigoda. Sinificativamente, a la de San Pedro de la Nave, en la provincia de Zamora, datable en la segunda mitad del siglo VII a partir de las fechas de Carbono 14 que han proporcionado diferentes maderas constructivas utilizadas en su fábrica (las grapas de madera de roble, de forma inequívoca y la viga de pino con más dudas y mucho más debate), aunque haya varios investigadores que lleven ya más de una década empeñados (con una energía digna de admirar pero merecedora de mejores "causas" arqueológicas, en mi opinión) en llevar su fecha de construcción al siglo X. Dejando al margen esas cuestiones, lo cierto es que en algunos de los relieves de ese templo zamorano pueden verse composiciones formadas por una cruz central (inscrita en un círculo en ese caso) flanqueada por ruedas radiadas, aunque con radios curvos.

Decoración  de una de las puertas de la iglesia de San Pedro de la Nave (Zamora)

Sin embargo, los paralelos más cercano que hemos encontrado para ese motivo decorativo no está en la península Ibérica ni en el mundo (hispano)visigodo, sino más allá de los Pirineos. Concretamente en la Francia merovingia, en dos broches de cinturón de bronce, de tipo "burgundio", procedentes de Yvoire y La Balme, respectivamente. En ellos la escena principal representada en el centro de su placa son un hombre y una mujer en posición orante, con los brazos hacia arriba pero, en su extremo distal, encontramos un motivo idéntico al del broche de La Garma; sólo que, en estos dos casos, está dispuesto de forma vertical. Al aislarlo y colocarlo en horizontal podemos comprobar ese gran parecido: una cruz griega en el centro flanqueada por dos círculos radiados, uno a cada lado. Incluso los cuadrantes de los lados de la cruz presentan motivos decorativos (en ambos casos un círculo con un punto central), al igual que ocurre en el ejemplar cántabro. Las placas de Yvoire y La Balme (salta a la vista) presentan una decoración de innegable carácter cristiano y la presencia en ellas del mismo motivo que decora la de La Garma refuerza ese carácter cristiano también en este último caso (a lo que habría que sumar el ejemplo de San Pedro de la Nave visto más arriba). Por tanto y como primera conclusión del análisis de la decoración de la pieza, puede sostenerse que se trata de un broche con decoración cristiana y que esa decoración encuentra sus mejores paralelos, de momento, en el mundo norpirenaico.

Broche de cinturón merovingio de Yvoire (Francia) y detalle del motivo lateral derecho

Acerca de los motivos cuadrados con chevrones, lo cierto es que no hemos encontrado paralelos exactos, aunque sí uno que se da bastante aire. Concretamente, un par de brazaletes bizantinos, procedentes de Egipto, que se conservan en el Museo Benaki de Atenas. En estas piezas, que también son de hierro y tienen decoración damasquinada, pueden observarse esos cuadrados con una decoración similar, aunque en este caso ésta es más sencilla y no llega a formar chevrones, limitándose a líneas oblicuas incisas que salen de las cuatro esquinas y convergen en un punto situado en el centro.

 Brazalete bizantino de hierro con decoración damasquinada del Museo Benaki de Atenas (http://www.benaki.gr/index.asp?lang=es&id=10101)

Finalmente, merece la pena comentar un par de cosas sobre las líneas paralelas que decoran los dos apéndices de sujeción del pasador, en el extremo distal de la placa. En primer lugar, que se trata de un tipo de decoración que está completamente ausente en los broches liriformes peninsulares, a excepción, únicamente, de otros ejemplares damasquinados como, por ejemplo, el de Los Goros. Y que, por el contrario, esas líneas que parecen querer imitar una bisagra son relativamente frecuentes en los broches de cinturón norpirenaicos de tipo burgundio; tanto en los de bronce como en los trabajados en hueso (que también merecerían entrada aparte por su "conexión cántabra", por cierto).
 
Detalle de la decoración de líneas imitando bisagras en el broche de cinturón de La Balme (Fuente: http://lespierresdusonge.over-blog.com/pages/LES_IDEES_DE_LA_MORT-1391648.html)
 
En conclusión, el broche de la Galería Inferior de La Garma es una pieza de finales del siglo VII, o ya del VIII, de un tipo específicamente peninsular pero en la que confluye una doble influencia: por un lado la continental, llegada de la Francia merovingia; y por otro la bizantino-mediterránea. Y cuya decoración presenta un inequívoco e indiscutible carcácter cristiano que hace muy difícil relacionar su presencia en la cueva (acompañando a los restos de un joven que en vida, sin duda, profesó esa religión) con alguna extraña e ignota práctica funeraria pagana.