31 mar 2012

The (Medieval) Walking Dead (1): introducción

Seguro que mucha gente piensa que los "muertos vivientes", esos cadáveres que salen de sus tumbas y aterrorizan a los vivos, nacen en la cultura occidental de la mano de Geoge A. Romero en 1968. Los más jóvenes y menos frikis fijo que están convencidos de que la idea surge con la reciente serie de TV a la que esta entrada ha tomado prestado el nombre (por cierto, la primera temporada, que es la única que he visto, un bluff con mucho amor y poco zombie. Prefiero el comic). Se equivocan: el miedo a que los muertos no descansen en paz y decidan pasearse por ahí haciendo maldades es muy, muy antiguo. Tiempo habrá de ver qué opinaban griegos clásicos y romanos del asunto (e incluso, si tenemos fuerzas, de meternos con los "hombres de las turberas" de la Edad del Hierro del noroccidente de Europa), pero ahora vamos a centrarnos en la Edad Media. 

A muchos puede sorprenderles hablar de "zombies" medievales. A los que ya tenemos unos años y muchas horas de juego a las espaldas, sin embargo, no. Pensemos, por ejemplo, en Sir Arthur en la primera pantalla del Ghost & Goblins, atacado por hordas de muertos vivientes mientras inicia su periplo para rescatar a su dama. O, desde la perspectiva de uno de ellos, en Sir Dani tratando de conseguir de muerto lo que no logró en vida, en el Medievil.



Ahora en serio. Cuando estaba intentando profundizar en el tema de las epidemias medievales (y en su posible relación con los enterramientos colectivos en cuevas) di por casualidad con varios artículos que trataban sobre esos "muertos vivientes" medievales, los "revenants" o "retornados". Y aún no se me ha quitado la cara de (más) bobo que se me quedó. Descubrí entonces con gran asombro (porque está recogido en sagas, crónicas y libros penitenciales) que la gente de la Edad Media de algunas zonas de Europa vivía con el pleno convencimiento de que, en determinadas situaciones, los muertos "volvían" en forma corpórea; dando lugar a desagradables situaciones que les obligaban a destruirlos físicamente. Y que, precisamente para evitar llegar a esos extremos, parecía que en ocasiones tomaban algunas curiosas medidas preventivas. También descubrí (he ahí el nexo con el origen de mi investigación) que existía una importante relación de ida y vuelta entre esos episodios de "revenantismo" y las epidemias.

Esas creencias, lejos de desaparecer con el tiempo, permanecieron incrustadas en la mentalidad de las sociedades preindustriales hasta hace bien poco. Y cuando digo bien poco quiero decir hasta hace cuatro días. Sirva de ejemplo este caso rumano de 2003. Pasar de la Edad Media a la Moderna y Contemporánea fue pasar a decenas de casos y testimonios, desde la Silesia del siglo XVII a la Nueva Inglaterra de finales del XIX, pasando por la Serbia del XVIII y las "epidemias" (nunca mejor dicho, como se verá) de vampirismo que recorrieron esa zona de Europa (efectivamente, los vampiros originales no son otra cosa que "revenants", como los medievales. Otro tema es lo que la literatura y el cine han hecho con su imagen...).

Esta es la primera entrada de una serie en la que trataremos de acercar este curioso tema a los lectores del blog. Habrá un poco de todo: "revenants", vampiros, necrofobia, epidemias, enterramientos atípicos, cuevas y necrópolis cántabras... Para abrir boca empezaremos contando la historia de uno de esos muertos vivientes medievales ingleses, del siglo XII, tal y como la relató William of Newburgh en el Capítulo 23 del Libro V de su Historia Rerum Anglicarum:

"At the mouth of the river Tweed, and in the jurisdiction of the king of Scotland, there stands a noble city which is called Berwick. In this town a certain man, very wealthy, but as it afterwards appeared a great rogue, having been buried, after his death sallied forth (by the contrivance, as it is believed, of Satan) out of his grave by night, and was borne hither and thither, pursued by a pack of dogs with loud barkings; thus striking great terror into the neighbors, and returning to his tomb before daylight. After this had continued for several days, and no one dared to be found out of doors after dusk -- for each dreaded an encounter with this deadly monster -- the higher and middle classes of the people held a necessary investigation into what was requisite to he done; the more simple among them fearing, in the event of negligence, to be soundly beaten by this prodigy of the grave; but the wiser shrewdly concluding that were a remedy further delayed, the atmosphere, infected and corrupted by the constant whirlings through it of the pestiferous corpse, would engender disease and death to a great extent; the necessity of providing against which was shown by frequent examples in similar cases. They, therefore, procured ten young men renowned for boldness, who were to dig up the horrible carcass, and, having cut it limb from limb, reduce it into food and fuel for the flames. When this was done, the commotion ceased. Moreover, it is stated that the monster, while it was being borne about (as it is said) by Satan, had told certain persons whom it had by chance encountered, that as long as it remained unburned the people should have no peace. Being burnt, tranquility appeared to be restored to them; but a pestilence, which arose in consequence, carried off the greater portion of them"

["En la desembocadura del río Tweed, y en la jurisdicción del rey de Escocia, hay una noble ciudad llamada Berwick. En ella un hombre, muy rico pero, como se vio después, muy deshonesto, habiendo sido enterrado, después de muerto salió de su tumba por la noche (se cree que por obra de Satán) y anduvo de acá para allá, seguido por una manada de perros aullando, provocando así un gran terror entre los vecinos y regresando a su tumba antes del amanecer. Después de que esa situación continuara varios días y nadie se atreviera a estar en la calle después de anochecer -pues todos temían encontrarse con este monstruo mortífero- las clases altas y medias del pueblo abrieron una investigación acerca de qué era necesario hacer. Los más ingenuos de entre ellos porque temían que, en caso de no hacer nada, serían destruidos por este prodigio de la tumba. Y los más sabios porque sagazmente concluyeron que, de no tomar medidas, la atmósfera, infectada y corrompida por la acción del cadáver pestífero, engendraría y extendería la enfermedad y la muerte; ya que había numerosos ejemplos de casos similares en los que fue necesario hacerlo. Entonces reclutaron a diez jóvenes de audacia reconocida y los enviaron a desenterrar el horrible cadáver, que cortaron en trocitos y convirtieron en alimento para las llamas. Cuando se hizo esto, la conmoción cesó. Se ha señalado que el monstruo, mientras estaba manejado por Satán, como se ha dicho, había comentado a algunas personas con las que se había encontrado por casualidad, que los vecinos no tendrían paz hasta que él no fuese quemado. Tras hacerlo pareció que recuperaron la tranquilidad, pero una pestilencia que había surgido por su culpa acabó con la mayor parte de ellos."]

Lo extremadamente bizarro del asunto (sí, sí, ya sé que "bizarro" en castellano significa valiente y no tiene nada que ver con el inglés "bizarre", pero me da igual. Desde que los señores de la RAE eliminaron las tildes diacríticas yo me considero en rebeldía ortográfico-gramatical, además de aplicar el "acátese pero no se cumpla" respecto a sus decisiones) motivó que el propio autor del texto, que ya había mencionado un caso similar en el capítulo anterior al que hemos visto y que añadiría posteriormente otros dos, hiciera la siguiente reflexión inmediatamente después de relatar los hechos acaecidos en Berwick:

"It would not be easy to believe that the corpses of the dead should sally (I know not by what agency) from their graves, and should wander about to the terror or destruction of the living, and again return to the tomb, which of its own accord spontaneously opened to receive them, did not frequent examples, occurring in our own times, suffice to establish this fact, to the truth of which there is abundant testimony"

["No sería fácil creer que los cuerpos de los muertos abandonasen sus tumbas (ignoro por qué medios), vagasen por ahí llevando el terror y la destrucción a los vivos y volvieran de nuevo a ellas, que se abrirían espontáneamente para recibirlos; si no fuera porque hay ejemplos, ocurridos en nuestra propia época, que bastan para acreditar ese hecho, acerca de cuya veracidad existen abundantes testimonios"]

Continuará...



30 mar 2012

Coloquio sobre agricultura y ganadería en los albores de la Edad Media



La UPV/EHU organiza el coloquio internacional Archaeology of farming and husbandry in Early Medieval Ages. Se celebrará en Vitoria los días 15 y 16 de noviembre de 2012. Avisamos con tiempo, por si alguien está interesado y se quiere planificar... Será una buena oportunidad para conocer las investigaciones más recientes sobre la actividad agrícola y ganadera en época tardoantigua y altomedieval.

En la web del coloquio está ya publicado el programa.

Foto: BBC Anglo-Saxon Life

28 mar 2012

La cueva


¡Qué suerte, son prehistóricos!

Respiré aliviado el día que llegó el resultado de la datación de Carbono 14 de la cueva de Peñarrobra ¡2000 a. de C.! ¡Edad del Bronce! Con la inspección superficial, para mí, había sido suficiente... Aunque habíamos subido hasta allí seducidos por el hallazgo de una vasija medieval que publicó R. Bohigas, de la que nunca más se supo, y por la ausencia de ajuares prehistóricos asociados a los restos humanos, el aspecto que presentaba el yacimiento era el propio de una cueva sepulcral de la Prehistoria Reciente. Y la datación radiocarbónica lo confirmó.

Descansando de la "subidita" en la boca de Peñarrobra

Zona central de la cueva, con la cata los Camineros de la Diputación (ca. 1950) en primer plano

Al menos por ahora, mientras nuestro interés siga centrado en el estudio de la Antigüedad Tardía y de la Edad Media, no iba a tener que volver a subir... Y es que la subida se las trae. No es un ascenso al Everest, lo sé, pero a mí me lo pareció. He de reconocer que el espectáculo que se contempla en el interior de la cueva es impresionante. Sobre todo para alguien que tenga debilidad por la arqueología funeraria, como es el caso. Ver cientos de huesos tapizando el suelo de una cueva, tan bien conservados, no es algo habitual. Con las "cabezas" (epífiisis) intactas, cosas rara. Aquí los tejones, por una vez, no se han dado un festín. Si yo fuese un tejón, tampoco subiría hasta ahí arriba...

Concentraciones de huesos humanos al fondo del vestíbulo
Detalle del cúmulo de la parte derecha de la foto anterior

He de reconocer, sin embargo, que si estuviese en un lugar más accesible no me importaría hincarle el diente. Sin sacar ni un gramo de tierra, a tienes un montón de huesos para documentar, es una ventaja. Además, deja algunos interrogantes interesantes, sobre todo porque hay cientos de huesos (en la cueva y empaquetados en cajas en el MUPAC) pero eso es lo único que aparece. Ni rastro de cerámica, ni de industria lítica, ni de industria ósea, ni de objetos metálicos... algo similar a lo que sucede en la cueva de Nardakoste IV (Guipúzcoa).

"Ídolo" de Peñarrobra
Bueno, sí se recogió tiempo atrás un objeto en la cueva que supuestamente tiene relación con el contexto funerario, el "ídolo" de Peñarrobra, expuesto hasta hace no mucho en las vitrinas del MUPAC. Descrito como un “extraño ídolo realizado en un hueso de bóvido” por E. Muñoz y C. San Miguel en la Carta Arqueológica de Cantabria (1987), no se me ocurre mucho más que añadir, salvo que no conozco ninguna pieza semejante. Será que tampoco he buscado mucho ¿alguien me ayuda?. Me mata la curiosidad.




25 mar 2012

Las hachas de Las Penas y Cudón

El hacha de la cueva de Las Penas fue recuperada en la excavación arqueológica que tuvo lugar en esa cavidad durante los años 2004 y 2005. Apareció asociada a los restos de 13 individuos cuyos cadáveres fueron depositados en una zona interior en un momento indeterminado entre finales del siglo VII y finales del VIII d. de C., junto a numerosos objetos de todo tipo: guarniciones de cinturón, útiles y herramientas de diverso tipo, recipientes cerámicos, calderos de madera con herrajes metálicos, toneles, etc. El yacimiento arqueológico de Las Penas es, hasta la fecha, uno de los principales referentes, tanto a nivel cántabro como peninsular, para el estudio del uso sepulcral de cuevas y abrigos en época visigoda.

Entrada de la cueva de Las Penas (Mortera, Piélagos)

Aunque en un principio fue descrita como un hacha de tipo "francisca" pertenece en realidad al grupo de las "hachas barbadas" y presenta un marcado desarrollo vertical de su pala en relación a su eje horizontal. Su zona de enmangue es circular, sobresale del cuerpo principal y no presenta una prolongación hacia abajo del talón, como suele ocurrir con los ejemplares de combate.

Hacha de Las Penas (fotografía: Fernández Vega, 2006; dibujo: Serna et alii, 2005). El dibujo es anterior a la restauración de la pieza

Se trata de un hacha que puede haberse usado en combate, aunque, atendiendo a sus características morfológicas y a la comparación con otros ejemplares localizados en contextos funerarios y militares, también habría podido tener una función como herramienta. En la imagen inferior podemos verlo junto a uno de los ejemplares del castellum de Sant Julià de Ramis (Girona). Esa imagen, además de para constatar sus diferencias, nos sirve también para proponer el ángulo correcto en el que debe representarse, a partir de la disposición de su zona de enmangue.


Comparativa del hacha de Las Penas (abajo) con uno de los ejemplares de combate de Sant Julià de Ramis


No hemos encontrado ningún otro hacha semejante entre los ejemplares peninsulares de época visigoda publicados. Sin embargo su mejor paralelo quizá estuviese mucho más cerca, entre el conjunto de útiles de hierro recuperados en la cueva de Cudón junto a algunos elementos relacionados con el adorno personal de época visigoda (placa liriforme, hebilla) y otros objetos (jarrito litúrgico de bronce, patena, gancho de huso, rueca de dedo, cerámicas, etc.), todos ellos asociados aparentemente a restos humanos.

Interior de la cueva de Cudón

Conjunto de objetos de hierro de la cueva de Cudón (Alcalde del Río, 1934).

La pieza representada arriba a la derecha se corresponde con un hacha barbada (es muy posible que la de arriba a la izquierda y la del centro también sean hachas, aunque de otro tipo), con características que recuerdan a la de Las Penas. En realidad, parece un modelo a medio camino entre aquél y el de Sant Julià de Ramis que hemos visto más arriba.

Detalle de una de las hachas de Cudón


La calidad de la fotografía deja mucho que desear, aunque pueden apreciarse algunos detalles del hacha: enmangue circular, pala con desarrollo vertical y filo mucho más curvo que en el de Las Penas. Lamentablemente, al igual que ocurre con el resto de objetos de la fotografía, desapareció hace décadas.


24 mar 2012

Equipazo

En esta entrada no vamos a contar lo bien que nos fue en la campaña de sondeos en Riocueva del año 2011. Y no será por falta de ganas, que nos sobran, sino porque aún no podemos. Cosas de la normativa vigente.

Pero lo que sí podemos hacer aquí es un pequeño homenaje gráfico al equipo de excavación, a esa gente que vino a dejarse la salud en ese agujero infecto a cambio de unos bocatas cutres y poco más. Sin ningún orden, a Rafael Bolado del Castillo, Helena Paredes Courtot, Alfonso Fanjul Peraza, Leticia Tobalina Pulido, Laura Arango del Campo, Yania Suárez García, Borja Gómez-Bedia Fernández, Mariano Luis Serna Gancedo, Ana Feito Fernández, Yeyo Balbás y Silvia Carnicero Cáceres. Lamentablemente no todos salen en las fotos, pero sí la mayoría. 

"¿Qué será esto, se comerá?
"Excava y disimula, que el director está detrás"
"Estoy teniendo un dejá vu..."
"¡Qué ganas tengo de quedarme a vivir en esta cueva tan espaciosa y acogedora!"
"Pues búscate otra, que yo llegué primero y aquí no cabe nadie más"
"Esto es importantíiiiiiiiiiisimo"
"Aquí me gustaría a mí ver a la Brennan esa"
"Lo sentimos, pero no se puede pasar con deportivas"
A todos vosotros ¡¡¡GRACIAS!!!. Habéis sido un equipo magnífico y habéis hecho un trabajo enorme, en cantidad y calidad. Y en unas condiciones realmente duras: en la penumbra más absoluta (en las fotos hasta parece que el interior de la cueva estaba bien iluminado. Nada más lejos de la realidad), en medio de un diluvio de proporciones bíblicas (creo que ninguno olvidará la bajadita a la cueva aquel sábado) y con unos niveles de humedad ambiental que no soportarían ni los eremitas más recios (esos que dicen algunos que habitaban las cuevas...). 

Deseamos poder repetir la experiencia y volver a contar con vuestra ayuda. Aún quedan muchas cosas por sacar a la luz en Riocueva y estamos convencidos de que habrá más de una sorpresa. 

Os esperamos.

22 mar 2012

Riocueva también lo era...

En el año 2010 llevamos a cabo la actuación arqueológica "Proyecto Mauranus-Toma de muestras de materiales arqueológicos" con el objetivo de identificar nuevos contextos sepulcrales de época visigoda en cueva, a partir de la datación por Carbono 14 o Termoluminiscencia de restos conservados en superficie (huesos humanos, cerámica, etc.). Para ello contamos con la subvención de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Cantabria.

Explorando  la Sala Sepulcral de la cueva del Portillo del Arenal

Teníamos una lista más o menos larga de candidatas que fue reduciéndose por diversas razones. Al final, sólo pudimos recoger muestras en seis yacimientos: cueva de Riocueva, cueva del Ñobre, cueva de Hoyos I, cueva del Portillo del Arenal, cueva del Cantal y cueva de Peñarrobra,  En todos los casos debíamos recoger huesos humanos para hacer dataciones de Carbono 14 y sólo nos salimos del guión en tres ocasiones: en Riocueva localizamos un magnífico fondo de vasija para datar por Termoluminiscencia, en Portillo del Arenal intentamos datar los caballos depositados en la Galería Inferior y en Hoyos I, por mucho que buscamos, no encontramos ni un hueso humano. Esta última cueva nos reservaba otra sorpresa que ya conoceremos más adelante.

Recogiendo un hueso humano en superficie de la cueva de Riocueva

En todas las cuevas se tenía noticia de la aparición de objetos de época visigoda o medieval, en algunos casos presuntamente asociados a restos humanos, pero sólo una de ellas ofreció el resultado esperado. Los restos humanos recogidos en Ñobre, Portillo del Arenal, Cantal y Peñarrobra resultaron ser de época prehistórica, entre el Neolítico Final y la Edad del Bronce para ser más exactos. Y el caballo del Portillo del Arenal, para nuestra sorpresa ¡tenía casi 10.000 años de antigüedad! Sorpresa porque siempre habíamos pensado que tenía algo que ver con los objetos de época tardoantigua...

Restos humanos del Bronce Antiguo en la cueva de Peñarrobra

Sólo Riocueva aportó dataciones de época visigoda... como era de esperar. Se nos puede tachar de ventajistas al hacer este comentario ahora, pero desde el momento en que pisamos la cueva lo dijimos: ¡ésta es buena, esta es buena...! Efectivamente, restos humanos datados por Carbono 14 en el siglo VII. No había duda, habíamos localizado otra "cueva sepulcral" de época visigoda. En 2011 se pudo datar por Termoluminiscencia el fondo de vasija, coincidiendo su fecha a grandes rasgos con la de los restos humanos.
Zona de la cueva de Riocueva donde se recogieron las muestras datadas en el siglo VII

No hemos dejado pasar la oportunidad y, entre octubre y noviembre de 2011, realizamos unos sondeos en Riocueva con prometedores resultados. Pero eso es otra historia que ya iremos desgranando...

Tu cara me suena

Según Lauwerier y Van Heeringen, 1995

Esta pequeña fíbula de hueso (20 mm. de diámetro) procede del fuerte circular de Oost-Souburg, en la provincia de Zelanda de los actuales Países Bajos (eso que aquí mal llamamos Holanda, ¿nos gustaría que nos llamasen "castellanos" a todos los españoles?), la Frisia bajo control franco del siglo IX, que es cuando está fechada.

Hace ya unos cuantos años encontré este dibujo por casualidad y, como a cualquier cántabro empapado de simbología identitaria, me llamó mucho la atención. Aquí queda, como curiosidad y como ejemplo de que los motivos decorativos, por mucho que los hagamos nuestros, pueden ser universales.


BIBLIOGRAFÍA:

Lauwerier, R.C.G.M. & R.M. van Heeringen 1995, Objects of bone, antler and horn from the circular fortress of East-Souburg, The Netherlands (AD 900-975), Medieval Archaeology 39, 1-18 

20 mar 2012

De cuevas y cementerios

En la actualidad, la mayor parte de la información disponible para estudiar el periodo comprendido entre el siglo VI y el siglo VIII en Cantabria (la época visigoda, a grandes rasgos) procede de contextos funerarios en cueva o al aire libre.  

Doble exclamación de sopresa, sí. Sobre todo para los que han sostenido durante décadas y aún hoy sostienen que Cantabria era un territorio independiente, semi-salvaje, donde había renacido una nueva Edad del Hierro y varios tópicos más... ¡¡Cuevas sepulcrales de época visigoda!! ¡¡Necrópolis visigodas en Cantabria!! No estamos locos, los datos nos avalan.


Hay contextos sepulcrales de época visigoda seguros en las cuevas de Cudón, Las Penas, El Juyo, Riocueva y La Garma. En Portillo del Arenal y Los Hornucos es muy probable que también los hubiese, pero no se ha podido comprobar de forma taxativa. En cuanto a las necrópolis del mismo periodo, tenemos El Castillete, Retortillo (Iuliobriga), El Conventón (Camesa-Rebolledo) y Santa María de Hito.

Cueva de Las Penas (Foto: A. Serna y A. Valle)
No son hallazgos casuales, no son casos excepcionales, no son piezas aisladas... Cementerios con más de 250 sepulturas anteriores al siglo VIII, como el de Santa María de Hito, o inhumaciones en cueva datadas por radiocarbono y acompañadas de objetos de tipología incuestionable, como las de Las Penas, son algunas de las evidencias que nos permiten acercarnos a la realidad material de la Cantabria de época visigoda.

Sepultura en fosa simple con anillo de la necrópolis de época visigoda de Santa María de Hito (Fotos: R. Gimeno)


¿Por qué se enterraba en las cuevas? ¿Era una práctica habitual o sólo se usaba en casos especiales? ¿Era una respuesta a epidemias y crisis de mortandad, o formaba parte de un comportamiento de carácter simbólico? ¿Qué diferencias hay entre el ritual funerario de las cuevas y el de los cementerios? ¿Por qué los cementerios de época visigoda reocupan sistemáticamente edificios romanos? ¿La localización de los cementerios es un reflejo de la red de poblamiento? ¿Hay continuidad entre los cementerios de época visigoda y los altomedievales? Poco a poco tratamos de responder estas y otras preguntas, y las que siguen surgiendo.

Las líneas de trabajo del Proyecto Mauranus se centran de momento en el estudio de cuevas y cementerios, pero estamos seguros de que no tardarán en aparecer los lugares en los que habitaban quienes llevaron a sus difuntos a enterrar en unos y otros espacios.

18 mar 2012

La estatua de Pelayo en Cosgaya

Hace más o menos un año, las autoridades autonómicas cántabras le erigieron una estatua a Don Pelayo en Cosgaya, en un intento por convertir en una realidad de piedra lo que no es más que una afirmación sin ninguna base histórica: situar el lugar de nacimiento del primer rey de Asturias en esa pequeña localidad lebaniega. Esa "leyenda", si es que puede llamarse así a una ocurrencia surgida de la pluma de un periodista del siglo XIX, ha sido recogida, amplificada y vendida a la ciudadanía como cierta por parte de un importante sector del regionalismo cántabro gobernante hasta hace poco. De hecho se convirtió, junto con el presunto (y falso) origen cántabro del castellano del que trataremos en futuras entradas, en una de las patas en las que se apoya la idea (y su reflejo político) de que Cantabria es la "raíz de España". 

Sobre lo que se sabe acerca del origen (el de verdad) de Pelayo también trataremos en otra ocasión, aunque podemos adelantar aquí que no hay ni un solo indicio, por no hablar de evidencias, que lo sitúen en Cosgaya; ni siquiera en Liébana: ni una sola de las fuentes escritas, directas e indirectas, del siglo IX en las que se le menciona apunta en ese sentido. 

Ahora vamos a centrarnos en la estatua (sin valorar lo estrictamente artístico del asunto, que eso va en gustos; y para gustos, colores) y a dejar a un lado esas otras consideraciones. En la estatua y en el rigor con el que ha sido recreada la imagen de un noble guerrero peninsular de las primeras décadas del siglo VIII de nuestra era.


Lo primero que llama poderosamente la atención es el casco que protege la cabeza de Pelayo, una especie de capacete de una sola pieza, sin carrilleras y rematado por una especie de gran botón (rodeado de algo parecido a pétalos) en su parte superior. La espada también resulta curiosa, tanto por la forma de la guarda y la empuñadura, su tamaño, la vaina y su sistema de suspensión mediante una cadena. Finalmente, el cinturón parece estar formado por una tira de cuero con remaches en forma de 8 y sin ningún sistema visible de sujeción, ni broche ni hebilla ni nada que se le parezca.


Un análisis apresurado y algo superficial de estos tres elementos nos permite afirmar que ninguno de ellos cuenta con referentes en el registro arqueológico de los siglos VII-VIII d. de C., ni en Cantabria, ni en el resto de la Península, ni en Europa occidental, ni el mundo mediterráneo. Todo apunta a que el escultor, puesto a recrear la imagen de un guerrero de esos siglos, ha preferido tirar de imaginación a documentarse y dotar a su obra de un mínimo rigor histórico. Si hubiera hecho eso último (que parece lo más "adecuante", como dirían en Springfield) no le habría costado demasiado encontrarse con cascos como estos:


O con espadas como ésta:


En cuanto al cinto, si hay unos objetos que puedan considerarse verdaderamente representativos de los siglos VII y VIII en Hispania esos son los broches de cinturón (los "útiles guía" de la arqueología de época visigoda). Para tiempos de Pelayo esos broches estaban formados por hebillas en forma de D (u ovales) articuladas a placas liriformes (o, en mucha menor medida, en forma de U o cruciformes), bien de bronce, bien de hierro con decoración damasquinada en plata y latón. Sin salir de Cantabria pueden encontrarse magníficos ejemplos de ese tipo de piezas. Como ésta, de la cueva de Las Penas:


Por no hablar de la ausencia de armadura (impensable en el jefe de un grupo de guerreros y menos en uno de claro origen aristocrático como Pelayo) o las sandalias (el peor calzado imaginable para moverse por los montes de Liébana).

Si el autor de la estatua hubiese querido reflejar un Pelayo históricamente creíble tendría que haber utilizado como modelo la imagen de un noble guerrero (eso es un pleonasmo en esa época) de finales del siglo VII o inicios del VIII d. de C. El astuto lector, llegados a este punto, se habrá dado cuenta de que no hemos utilizado en ningún momento la palabra "hispanovisigodo" para calificar al primer rey de Asturias. Y no lo hemos hecho porque, aunque ése era su origen, en realidad no es relevante para el tema que nos ocupa. Fuese hispanovisigodo, astur, cántabro o cualquier otra cosa, lo cierto es que su aspecto sería similar a éste:


Hemos "robado" esta imagen de la página del "Clan del Cuervo" en la que podemos ver al escritor (¿todavía no habéis leído Pax Romana? Pues ya estáis tardando...) y recreacionista Yeyo Balbás ataviado como un noble del siglo VII d. de C. Lleva un casco de tipo "Spangen" o "Spangenhelm", un modelo corriente en la Europa continental en los siglos V-VII y cuyos derivados perdurarán al menos hasta el X (en Rusia incluso mucho más); una armadura laminar como las usadas en esa época por bizantinos (láminas similares se han recuperado en las excavaciones de los niveles bizantinos de Cartagena) y lombardos, entre otros; una  spatha o espada larga (con una empuñadura semejante a la del poblado madrileño de época visigoda de Arroyo Culebro) y un pequeño machete o sax; y un cinturón rematado por un broche liriforme de bronce. Es decir, va ataviado de forma similar a como iría Pelayo cuando se rebeló contra los árabes en la zona centro-oriental de la actual Asturias. Nada que ver con el guerrero de la estatua de Cosgaya.

Como reflexión final, sólo nos queda decir que, puestos a inventarnos una imagen mítica y ahistórica de un Pelayo rebelde y guerrero, es infinitamente mejor la estatua de bronce de Covadonga que la de arenisca de Cosgaya:


Esa diadema, esa capa de piel de oso, esa coraza musculada, esas botas... Si parece sacado de una novela gráfica inspirada en la obra de Robert E. Howard. ¿Es Pelayo o es Kull el conquistador? En este caso concreto hay que reconocer, aunque nos duela, que los asturianos nos ganan por goleada.

15 mar 2012

Anillos con inscripción de la necrópolis de Santa María de Hito


Entre 1979 y 1986 se excavó en Santa María de Hito (Valderredible, Cantabria) una villa tardorromana y una necrópolis con más de 400 sepullturas instalada sobre las ruinas de la misma que estuvo en uso al menos entre los siglos VII y XI. Los elementos más característicos de la fase antigua de la necrópolis (siglos VII-VIII) permiten identificarla como un cementerio de época visigoda: se encuentra superpuesta a los restos arquitectónicos de una villa romana; en su fase inicial se combinan los enterramientos con ataúd en fosas simples o con murete, además del aprovechamiento ocasional de estructuras arquitectónicas y materiales constructivos de época romana; se constata la presencia de inhumaciones vestidas; y en el interior de las sepulturas aparecen con frecuencia objetos como fragmentos de sílex, dientes de animales, etc. empleados como filacterias. Todas las evidencias anteriores están respaldadas por los resultados de las dataciones absolutas radiocarbónicas calibradas, que sitúan el origen del cementerio en el siglo VII cal AD.

Santa María de Hito en 1984 (Foto: R. Gimeno)
Durante las excavaciones se recuperaron una treintena de anillos de época visigoda que se encuentran actualmente depositados en el Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria. Los más destacados son uno de oro y otro de plata aleada con cobre que portan sendas inscripciones.

El anillo de oro tiene un chatón octogonal con una inscripción que ocupa toda su superficie: un monograma cruciforme, compuesto por una cruz griega central y las letras S, P -quizás, asociada a ésta, se encuentre una I-, N y S en el extremo de cada uno de sus brazos. Tanto la P como la N están representadas al revés, mientras que las dos S lo están al derecho, lo que evidencia su carácter signatario. Los monogramas cruciformes son típicos de la Tardoantigüedad, están presentes en todo el ámbito mediterráneo y se fechan a partir de la segunda mitad del siglo VI. En primer lugar, proponemos la siguiente lectura del monograma en este orden: izquierda, arriba, abajo, derecha. El resultado sería S-P-N-S y la transcripción S(em)P(ro)N(iu)S. Otra lectura ha sido realizada considerando la presencia de las letras I y V en el monograma, con el resultado S-P-I-N-V-S. Tanto Sempronius como Spinus son nombres latinos atestiguados en la Antigüedad Tardía.


El anillo de plata aleada con cobre está tien un aro de sección circular con chatón en forma de disco, decorado en los laterales con pequeñas esferas. Presenta una inscripción en caracteres latinos, realizada para ser leída en el original, de izquierda a derecha, y repartida en tres líneas: + C E D / A B G O / L AN o, si consideramos que la O está en la primera línea, + C E D O / A B G /  L AN. Al igual que en el caso anterior, sus peculiaridades formales y epigráficas permiten fecharlo entre fines del siglo VI y el siglo VII. La transcripción propuesta para la inscripción es + C(hrist)E D(omine) AB(i)G(e) O(mnem) LAN(guorem), que puede ser traducida como “Cristo Señor, aleja toda enfermedad”. En el caso de que se considerase que la letra O va a continuación de la D, en la primera línea, la lectura propuesta sería: + C(hrist)E DO(mine) AB(i)G(e) LAN(guores), con la traducción “Cristo Señor, aleja las enfermedades”. Esta inscripción pondría en relación este anillo con algunos ejemplares bizantinos tardoantiguos que cumplían la función de filacterias destinadas a pedir a la divinidad protección para sus portadores.

Si quieres saber más sobre estos dos peculiares anillos de época visigoda, puedes leer el artículo Dos anillos con inscripciones procedentes de la necrópolis de Santa María de Hito (Cantabria) publicado en la revista Pyrenae.

11 mar 2012

¿Descarnadores? Una nueva interpretación para un tipo de útiles olvidados (2)

Y la respuesta a nuestras preguntas llegó de forma inesperada. Un documento colgado en Academia.edu por F. J. López Fraile (una composición realizada a partir de los motivos presentes en una pizarra de época visigoda) nos dio la clave para avanzar en la resolución de este enigma y nos puso tras la pista de la pizarra figurada de San Vicente de Río Almar (Salamanca). Y ahí, en esa pieza conservada en el Museo de Salamanca, lo vimos: uno de esos "descarnadores", representado en un grafito de época visigoda realizado, como es habitual en la zona centro-occidental de la Península, sobre una laja de pizarra.

Imagen de la pizarra de San Vicente de Río Almar (web del Museo de Salamanca)

Como puede observarse en la fotografía, el dibujo de la pieza aparece en el centro de la imagen, ciñendo la cintura del personaje principal de la composición. Que sepamos, se trata del mejor (¿y único?) ejemplo conocido hasta la fecha de representación gráfica "de época" de una pieza arqueológica hispanovisigoda. Y, también que sepamos y aunque los "descarnadores" son conocidos desde antiguo y la pizarra fue publicada hace ya unos cuantos años, nadie había establecido esa relación hasta hoy, que lo hacemos nosotros (si nos estamos echando una flor inmerecida, que alguien nos lo haga saber, por favor).

En la entrada anterior ya hablamos de los "descarnadores", de dónde aparecieron y cómo se interpretaron, así que ahora contaremos, muy brevemente, la historia de la pizarra. Localizada de forma casual por un vecino de San Vicente de Río Almar mientras araba, fue identificada de forma también casual por un arqueólogo y entregada al Museo de Salamanca, donde se guarda desde entonces. En ella se representa una escena en la que aparece un personaje principal, de sexo femenino, montado de lado ("a la mujeriega") sobre un caballo; junto a otro masculino. Entre los dos aparece lo que parece una serpiente. Lamentablemente, la pizarra está rota y parte de la composición se ha perdido para siempre. La escena ha sido interpretada como la visión apocalíptica de la mujer montada sobre la bestia escarlata, representada de una forma algo distinta a la popularizada siglos más tarde en los Beatos (tanto la historia del hallazgo como la interpretación del dibujo pueden leerse con detalle en la publicación de Santonja y Moreno enlazada más arriba).

Dibujo de la pizarra de San Vicente de Río Almar (según Santonja y Moreno, 1991-92)

Dejando a un lado si la interpretación de la pieza es correcta o no (que podría serlo perfectamente, en nuestra opinión), nos centraremos en la figura de la mujer y, sobre todo, en su indumentaria: cofia que le cubre la cabeza, túnica talar con ribetes a los lados y un más que peculiar "ceñidor" en su cintura.

Detalle del "ceñidor"

Ese cinturón es la pieza más destacada de la escena y se corresponde, sin ningún genero de dudas, con uno de los conocidos hasta este momento como "descarnadores" (a partir de ahora habrá que buscarles otro nombre), con su parte cóncava muy marcada y sus dos extremos característicos, redondeado el uno y cuadrangular con las esquinas redondeadas el otro. Los publicadores de la pieza interpretaron, erróneamente, que se trataba de un tipo de cinturón fabricado en algún material flexible (sin duda porque no conocían la existencia de las piezas de hierro de las que estamos tratando), que se adaptaría al cuerpo y se ataría a la espalda mediante correas, representadas por los 5 "flecos" presentes en cada unos de los extremos. A esa confusión debió contribuir también la forma en la que está dibujado, ya que da la impresión de que se está representando algún tipo de fibra textil. Es posible que, en realidad, esa impresión sea correcta y que lo que estamos viendo representado sea una funda o recubrimiento del "alma" metálica del "ceñidor". Conviene recordar en este punto que el ejemplar de Palous presentaba restos de piel y madera, materiales de los que podría ir recubierto (si es que la segunda no correspondía al ataúd o parihuela en el que se transportó el cadáver).

Comparación del ceñidor representado en la pizarra con otros procedentes de excavaciones arqueológicas

Gracias a este documento epigráfico excepcional ahora sabemos que este tipo de piezas no están relacionadas con el trabajo de las pieles, sino que deben ser puestas en relación con la vestimenta. De esta forma se entiende mucho mejor su presencia tanto en contextos sepulcrales como de hábitat, sin necesidad de buscar ningún tipo de significado simbólico para el caso de los primeros: si aparecen en tumbas es porque son evidencias de la práctica de la "inhumación vestida", como todos los demás elementos relacionados con el adorno personal y el atuendo (broches, conteras, fíbulas, anillos, etc.).

Tratar de establecer su función exacta y su forma de uso será sin duda una tarea complicada (a la que le dedicaremos, andando el tiempo, un trabajo algo más serio en alguna publicación científica). De momento sabemos que su uso es compatible con el de los broches de cinturón, como demuestran los ejemplos de Palous y Las Huertas, aunque también se usaban en solitario (como se evidencia en Madrona, Carpio de Tajo o Los Colmenares, por ejemplo). Eso quizá se deba a que cada cosa sirviera para ceñir prendas distintas:  pantalones o similares los broches y túnicas y semejantes, como vemos en esta pizarra, los "ceñidores" (usaremos esta palabra, no demasiado apropiada, de momento y a la espera de otra mejor). También sabemos que, como ocurre con los broches, su uso no está asociado a un sexo determinado: en la pizarra lo porta una mujer, pero en algunas tumbas aparece asociado a restos de varón.

Una primera mirada a las fuentes escritas de la época nos ha llevado al famoso pasaje de las etimologías isidorianas "DE CINGULIS" y a diferentes tipos de cinto, con nombres tan sonoros como Caltulum, Redimiculum, Subcinctorium o Bracile, entre otros. Casualmente, este último aparece mencionado en otra pizarra visigoda de la provincia de Salamanca, en una lista de objetos en la que se incluyen una "tonica" (túnica) y un "bracile cum cultello" (cinturón con cuchillo). No quiere decir que nuestro "ceñidor" se corresponda con un bracile, pero la posibilidad de que exista esa asociación no deja de ser sugerente. 

Y, por ahora, lo dejaremos aquí. En estas dos entradas hemos pasado de "descarnadores" a "ceñidores", que no es poca cosa. Y hemos avanzado (creemos que de forma significativa) en el camino de la correcta interpretación de un tipo de objeto arqueológico que ha ido pasando por la literatura científica con mucha más pena que gloria. Esperamos poder terminar de "hacerle justicia" en breve.

9 mar 2012

Instrumentos textiles tardoantiguos y altomedievales: fusayola decorada de la cueva de Las Penas

La fusayola, volandera o contrapeso de huso es, posiblemente, el objeto relacionado con la actividad textil que tiene mayor visibilidad en el registro arqueológico. Aparecen desde la Prehistoria Reciente hasta la Edad Media y pueden estar fabricadas en arcilla cocida, piedra, hueso, metal, etc.

Los ejemplares de época tardoantigua y altomedieval que se conocen actualmente en Cantabria proceden en su mayoría de cuevas. Es el caso de la fusayola decorada de la cueva de Las Penas (Piélagos, Cantabria) que protagoniza esta entrada. Es uno de los diversos objetos relacionados con la actividad textil que acompañaban a las sepulturas de comienzos del siglo VIII d. de C. documentadas en esta cueva.
 
Fusayola decorada de la cueva de Las Penas (Dibujo: A. Serna)
La fusayola es de piedra arenisca de grano fino y tiene 37 mm de diámetro y 18 mm de grosor, con una perforación en el centro de 10 mm de diámetro. Presenta decoración tanto en el canto como en una de las caras. En el canto una doble línea incisa recorre todo el perímetro, cortada a intervalos por trazos perpendiculares, formando un motivo de “alambre de espino”. Una de las caras presenta un motivo decorativo similar, compuesto por una línea que rodea la perforación central, cortada por 17 trazos perpendiculares.
Fusayolas de las islas Orcadas (Escocia)
Cuenta con algunos paralelos formales muy próximos, fabricados con el mismo material y decorados de un modo muy similar. La más parecida el broch de Burrian, en las islas Orcadas (Escocia), descrita como “ogham like” por su parecido con otro ejemplar que lleva una inscripción en alfabeto Ogam, empleado en Irlanda y Escocia durante la Alta Edad Media. La fusayola con inscripción ogámica procede también de las islas Orcadas, del yacimiento de Buckquoy, y en este caso sí se ha podido comprobar fehacientemente que porta una inscripción realizada empleando ese alfabeto. 
Fusayola decorada del Museo de León
Por fortuna, la de la cueva de Las Penas no es la única fusayola con este tipo de decoración que conocemos en el norte de la península Ibérica. En el Museo de León se expone otra con un motivo grabado muy similar.

¿Es una inscripción en ogam lo que aparece en la fusayola de la cueva de Las Penas? Probablemente no. Desde nuestro punto de vista, es posible que este tipo de grabado imite a las inscripciones ogam y que quien la ejecutó ni siquiera supiese que estaba imitando un sistema de escritura. Eso supondría, no obstante, algún tipo de contacto entre las Islas Británicas y el norte de la península Ibérica en la Antigüedad Tardía que convendría sustentar en un mayor número de evidencias. Una opinión mucho más conservadora y menos sugerente explicaría la similitud entre la escritura ogam y el motivo de la fusayola de Las Penas como una "convergencia formal", pura casualidad. El debate queda abierto.

Esta singular fusayola decorada ha sido recogida en el artículo Instrumentos relacionados con la actividad textil de época tardoantigua y altomedieval en Cantabria, publicado en el número 61 de la revista Munibe.

8 mar 2012

¿Descarnadores? Una nueva interpretación para un tipo de útiles olvidados (1)

Decíamos ayer, a propósito de los materiales metálicos de la cueva de Los Goros (Álava), que la identificación del objeto antes conocido como "podadera" como un "descarnador" suscitaba numerosos interrogantes. Y decíamos también que volveríamos sobre él para exponer esas cuestiones y tratar de encontrar respuestas válidas para ellas. En estas entradas trataremos de hacer ambas cosas.
"Descarnador" de la cueva de Los Goros
La pieza en cuestión es una fina lámina de hierro de grosor uniforme y, por lo tanto, sin filo. Su cuerpo principal, de unos 20 cm. de longitud, tiene un lado superior recto, mientras que el inferior es marcadamente cóncavo, estando su curva delimitada por dos salientes triangulares a modo de "picos". De los extremos de ese cuerpo principal surgen dos apéndices más estrechos, perdidos casi completamente en este ejemplar. Por otros (como veremos a continuación) sabemos que esos apéndices siempre son iguales: uno redondeado y el otro cuadrangular con las esquinas redondeadas. Otra característica importante y que se repite en todos los casos conocidos es que presenta una serie de pequeños orificios alineados a lo largo del borde superior del cuerpo principal. Se trata de algún sistema de sujeción a algo, aunque los orificios parecen demasiado pequeños como para albergar remaches o roblones.

Objetos similares al de Los Goros habían sido localizados en yacimientos de época visigoda ya desde antiguo, como en las necrópolis de Madrona (tumba 214) o Carpio de Tajo (tumba 172). En el primer caso fue identificado como un "falce de hierro" mientras que en el segundo se mencionaban "dos placas de hierro pertenecientes a un útil". En ambos yacimientos se trataba de los únicos materiales presentes en las respectivas sepulturas de las que procedían.

Al identificar el ejemplar de Los Goros como una "podadera curva" Palol menciona como paralelos otros muy similares recuperados por él en la excavación del poblado de El Bovalar, en Serós (Lleida). El número de estas piezas (inéditas) sería muy elevado, tal y como se señala en la publicación de la de la necrópolis catalana de Palous (tumba 4), en Camarasa. Es en este trabajo cuando, a partir de paralelos etnográficos subactuales, se identifican este tipo de piezas como "cuchillos de descarnar", como herramientas utilizadas en el curtido de las pieles. Hay que señalar que el parecido es importante, aunque también existen algunas diferencias, como puede apreciarse en la siguiente imagen.

"Hierro de descarnar" de cronología subactual

El pretendido "descarnador" de Palous apareció en estrecha relación (más bien íntima: el uno sobre el otro) con un broche de cinturón liriforme en la zona de la cabecera de la tumba. Sobre su superficie se encontraron restos mineralizados de madera y de piel, los segundos por todo él  y en ambas caras y los primeros sólo en una de ellas, en la zona central.

Objetos de la Tumba 4 de Palous (según Solanés i Alós, 2003. Las flechas y letras sobreimpresas son nuestras)

Esta asociación entre un "descarnador" y un broche de cinturón liriforme se repite en la tumba 6 de la necrópolis sevillana de Las Huertas, donde ambas piezas (del "descarnador", que se interpretó como un "podón", se conservaba algo más de la mitad) aparecieron, una junto a la otra, a la altura de la cintura del cadáver. Hay que señalar que la pieza que nos interesa aquí se localizó con su "pico" (el único conservado) mirando hacia los pies.

"Descarnador" de Las Huertas (según Fernández et alii, 1984)

Objetos como éstos, en diferentes grados de conservación, han sido recuperados en varios yacimientos más, sobre todo en necrópolis aunque también de otro tipo: en el castellum de Sant Juliá de Ramis (Girona); en la cueva del Asno (Soria), donde sus fragmentos habían sido identificados como "hachas"; en la tumba 8 del cementerio de La Indiana (Madrid), donde un fragmento se interpretó como un cuchillo; o en la necrópolis conquense de Los Colmenares, donde se recogieron 3 en tres tumbas diferentes (nº 13, 17 y 18), para los que no contamos con dibujo ni fotografía y para los que se propuso un origen relacionado con los ataúdes en que se depositaron los cadáveres. 

"Descarnadores". En rojo los procedentes de contextos sepulcrales. En verde los demás.

Puede observarse que, sin ser exhaustiva, la recopilación es lo suficientemente amplia como para tomar en consideración este tipo de objetos y tratar de encontrar una explicación a su presencia en tantos yacimientos arqueológicos de época visigoda, especialmente en los de tipo sepulcral. De tratarse de un útil relacionado con el trabajo de las pieles, de un "descarnador", habría que concluir que el oficio de curtidor tendría una importancia muy superior a la de cualquier otro en el mundo peninsular de los siglos VII-VIII d. de C., ya que ningún otro instrumento de ningún tipo aparece en las tumbas de esos siglos acompañando a los cadáveres. De hecho, la presencia de herramientas en las sepulturas de la Hispania de época visigoda es prácticamente testimonial y ni siquiera las armas están ampliamente representadas, si exceptuamos algunas necrópolis del País Vasco y Navarra. ¿Por qué entonces habrían de estarlo los "hierros de descarnar"? Sólo se nos ocurren dos respuestas a esta pregunta: que tengan algún tipo de valor simbólico que desconocemos o que la identificación realizada haya sido errónea y no se trate de instrumentos de ese tipo, sino de otra cosa. ¿Qué cosa? Es difícil de decir, pero, dada su presencia en esos contextos funerarios, su posición en las tumbas y su asociación con broches de cinturón, probablemente alguna relacionada con la indumentaria. O, como mínimo, con los cinturones.

Y en esas estábamos, tratando de encontrar un sentido a estos objetos, cuando la solución al enigma (o al menos la pista que nos pondría en el camino correcto) apareció de forma inesperada ante nuestros ojos. Y, al verla, supimos el porqué de esa sensación de deja vu que nos perseguía desde que este tema comenzó a interesarnos. Aquel "¿dónde he visto yo esto antes?" que nos martilleaba las meninges obtuvo respuesta. Y sí: lo habíamos visto. Pero no habíamos reparado en ello ni habíamos "hilado". Y la pista de los "descarnadores" nos había hecho perder mucho tiempo dándole vueltas a su posible significado simbólico (quizá algún día lo contemos, porque nos salió una explicación tan convincente a la par que bizarra que podría haberse convertido en un clásico rápidamente).